Por Redacción Mundo Portuario
En Chile, los cuellos de botella en la red vial nacional representan un desafío persistente para la logística de carga, el crecimiento regional y la seguridad ciudadana. A pesar de los avances en inversión pública en infraestructura, múltiples sectores coinciden en que la red de carreteras sigue siendo insuficiente para absorber el crecimiento del parque automotor, el aumento sostenido de las exportaciones y las demandas de conectividad territorial.
Solo cerca del 24 % de las rutas bajo administración pública cuenta con pavimento estructural, mientras que amplias zonas del país, especialmente en regiones como La Araucanía, Aysén y Atacama, presentan redes de baja calidad o sin pavimentar. Esta situación limita el desarrollo productivo, incrementa los costos logísticos y expone a las comunidades rurales a una conectividad precaria.
En regiones como Ñuble, rutas claves como la N‑59 y la N‑50 soportan un volumen de tráfico que supera sus capacidades, sin que existan calzadas suficientes, iluminación adecuada ni elementos de seguridad vial como bermas amplias o zonas de detención. Las obras de ampliación avanzan con lentitud, y en muchos casos aún se encuentran en fases preliminares de diseño o licitación.
En lo que respecta al transporte de carga, más del 70 % de la mercancía movilizada en el país depende del modo terrestre. Sin embargo, los camioneros enfrentan diariamente demoras considerables por congestión, rutas mal diseñadas para vehículos de gran tonelaje y una infraestructura que no responde a las exigencias del comercio moderno. Estas ineficiencias no solo afectan a los transportistas, sino que se trasladan directamente al costo final de los productos y a la competitividad del país.
La planificación reactiva ha sido una constante en los últimos años. Varias rutas construidas durante la última década han requerido reparaciones estructurales anticipadas por fallas en diseño o materiales, lo que ha implicado sobrecostos millonarios. Esta situación refleja la falta de supervisión técnica rigurosa y la ausencia de políticas preventivas de mantenimiento vial.
Un área especialmente crítica es la red de puentes. Muchas de estas estructuras han superado su vida útil, y su mantenimiento ha sido irregular. La sobrecarga por el tránsito pesado ha provocado deterioros que comprometen la seguridad y la continuidad operativa, en especial en zonas del centro y sur del país. A pesar de las alertas de especialistas, aún no existe un plan nacional de rehabilitación estructural de puentes.
La falta de una planificación estratégica y de largo plazo es otro factor que contribuye al problema. Diversas voces han propuesto la creación de una agencia nacional de infraestructura que articule, supervise y priorice inversiones clave, especialmente en regiones históricamente postergadas. También se ha planteado la necesidad de separar los ciclos de inversión pública de las contingencias políticas, para garantizar continuidad y efectividad en los proyectos.
Pero los cuellos de botella no obedecen únicamente a una escasez de obras. También hay falencias en la gestión operativa: normativas rígidas, escasa incorporación de tecnología, falta de fiscalización efectiva y limitada articulación entre entidades gubernamentales y actores del sector privado. A esto se suma una débil planificación urbana que no considera el crecimiento del parque vehicular ni la presión sobre accesos a puertos, centros logísticos y ciudades intermedias.
El panorama actual obliga a una reflexión crítica. Sin una transformación profunda del modelo de desarrollo vial, la infraestructura nacional seguirá tensionada por una demanda que crece año a año. Resulta indispensable incorporar herramientas tecnológicas, acelerar procesos de licitación, fortalecer el mantenimiento preventivo y redefinir los criterios de priorización de proyectos, considerando no solo la carga vehicular, sino también su impacto social, económico y territorial.
El desafío para los próximos años será avanzar hacia una red vial moderna, segura y resiliente, capaz de integrar de manera eficiente las distintas regiones del país y de responder con agilidad a los cambios del comercio, la industria y la movilidad ciudadana. La superación de los cuellos de botella viales será clave no solo para la competitividad logística, sino también para el desarrollo equitativo y sustentable de Chile.
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