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¿Ferrocarril o autopistas para carga: qué debe priorizar Chile?

¿Ferrocarril o autopistas para carga: qué debe priorizar Chile?

Chile se enfrenta a un dilema logístico que marcará su competitividad en las próximas décadas: ¿invertir más en ferrocarriles de carga o seguir expandiendo su red de autopistas? La respuesta no es sencilla y divide opiniones entre empresarios, autoridades, transportistas y ambientalistas.

Un país largo y estrecho con desafíos únicos

La geografía de Chile, con más de 4.000 kilómetros de longitud y un ancho promedio de apenas 177 kilómetros, plantea retos logísticos muy distintos a los de países continentales. La concentración poblacional en la zona central y la dispersión de puertos y polos productivos generan tensiones permanentes en la infraestructura.

Hoy, más del 90% de la carga interna se mueve por carretera. Esto convierte al transporte por camiones en un pilar del comercio nacional, pero también genera altos costos logísticos, congestión urbana y un fuerte impacto ambiental.

La opción ferroviaria

El ferrocarril tiene ventajas indiscutibles cuando se trata de transportar grandes volúmenes a largas distancias. Un solo tren puede reemplazar a más de 200 camiones, reduciendo significativamente las emisiones de CO₂ por tonelada transportada. Además, los costos de operación por kilómetro son menores en comparación con el transporte por carretera.

Chile cuenta con experiencias relevantes, como el transporte minero en el norte y algunos corredores de carga hacia los puertos. Sin embargo, la red ferroviaria nacional es limitada, fragmentada y requiere modernización profunda para alcanzar estándares internacionales.

La apuesta por autopistas

En paralelo, Chile ha sido líder en concesiones de autopistas desde los años 90. El sistema de carreteras interurbanas es uno de los más modernos de América Latina y ha permitido mejorar la conectividad entre regiones. Para muchos transportistas, seguir invirtiendo en autopistas es la opción más realista y eficiente a corto plazo.

Las carreteras ofrecen flexibilidad: permiten llegar “puerta a puerta” sin necesidad de trasbordos. En un país donde gran parte de la carga son productos agrícolas, forestales y de consumo, la rapidez y la adaptabilidad son factores decisivos.

Comparación de costos y beneficios

Factor Ferrocarril Autopistas
Inversión inicial Alta (infraestructura, vías, locomotoras) Moderada (concesiones y ampliaciones)
Costos operativos Bajos en grandes volúmenes Altos por tonelada y combustible
Flexibilidad Limitada (depende de estaciones y desvíos) Alta (puerta a puerta)
Impacto ambiental Menor huella de carbono Alta contaminación y congestión
Tiempo de implementación Largo plazo (años de construcción) Corto plazo (ampliaciones rápidas)

La visión portuaria

Los puertos chilenos, como San Antonio y Valparaíso en la zona central, dependen en gran medida de los camiones para mover contenedores. Esto genera congestión en accesos y ciudades aledañas. Un sistema ferroviario integrado podría descongestionar estas áreas críticas y mejorar la competitividad de Chile frente a megapuertos como Chancay en Perú.

Sin embargo, la construcción de ramales ferroviarios hasta los puertos es costosa y requiere coordinación entre Estado, concesionarios y operadores privados.

El componente ambiental

En un contexto de cambio climático, las emisiones del transporte se han convertido en un tema central. El transporte carretero es responsable de cerca del 25% de las emisiones de CO₂ en Chile. Apostar por el ferrocarril ayudaría al país a cumplir con sus compromisos de carbono neutralidad hacia 2050.

No obstante, la transición no puede ignorar la importancia económica y laboral del transporte por camiones, que genera miles de empleos directos e indirectos.

La perspectiva internacional

Países como Alemania y China han apostado fuertemente por el ferrocarril de carga, integrándolo con corredores multimodales. En América Latina, Brasil ha lanzado megaproyectos ferroviarios para conectar su producción agrícola con puertos atlánticos. El benchmark internacional muestra que no se trata de elegir entre un modo u otro, sino de lograr un equilibrio multimodal.

Un debate que recién comienza

En Chile, la discusión entre ferrocarril y autopistas está lejos de resolverse. El país necesita definir una política logística nacional que trascienda los ciclos políticos y considere proyecciones a 30 o 40 años.

Más que elegir una sola prioridad, la evidencia apunta a la necesidad de integración multimodal: aprovechar la eficiencia del tren para largas distancias y grandes volúmenes, y mantener la flexibilidad de las carreteras para distribución de última milla.

El futuro de la logística chilena dependerá de la capacidad de equilibrar inversión, sostenibilidad y competitividad. Y en ese balance, tanto el ferrocarril como las autopistas tienen un rol que cumplir, siempre que se coordinen bajo una visión común de desarrollo nacional.

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