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Puertos secos en Chile: una solución aún subutilizada

Por redacción Mundo Portuario

En un país con una geografía extensa y una alta concentración de operaciones marítimas en la zona central, los denominados “puertos secos” —centros logísticos extraportuarios— podrían ser clave para descongestionar terminales marítimos, mejorar la eficiencia del sistema logístico nacional y fortalecer el comercio exterior. Sin embargo, pese a su potencial, Chile aún no ha desarrollado plenamente este modelo, quedando rezagado frente a otros países que lo han integrado como pieza estructural en sus cadenas de suministro.

Un puerto seco es un recinto ubicado fuera del área portuaria marítima, usualmente en zonas interiores, que funciona como una extensión logística del puerto tradicional, permitiendo realizar allí operaciones de recepción, almacenaje, consolidación, desconsolidación de carga, inspección aduanera y despacho. Su objetivo es descentralizar las actividades operativas del borde costero, mejorar los flujos de carga y acercar el puerto al cliente final o a centros productivos clave.

En teoría, Chile cuenta con condiciones ideales para el desarrollo de estos nodos logísticos: una larga distancia entre zonas productoras y puertos; limitaciones geográficas en terminales marítimos (como Valparaíso o Iquique); congestión creciente en rutas de acceso; y un comercio exterior altamente dependiente de la eficiencia portuaria. Sin embargo, los puertos secos en el país siguen siendo escasos, poco conectados y subutilizados.

El caso más representativo es la Zona de Extensión de Apoyo Logístico (ZEAL), ubicada en Placilla, a más de 10 kilómetros del Puerto de Valparaíso. Inaugurada en 2008 como un proyecto pionero para ordenar el flujo de camiones, centralizar inspecciones y reducir tiempos de espera, la ZEAL nunca alcanzó su pleno potencial. Diversas restricciones operativas, falta de interoperabilidad con plataformas públicas y resistencia de algunos actores del transporte y la logística limitaron su efectividad, y hoy opera muy por debajo de su capacidad proyectada.

Otro ejemplo es el Centro de Distribución Logística Lo Aguirre, que presta funciones similares para San Antonio, pero que carece del reconocimiento formal y funcional como “puerto seco”, y que depende más de la voluntad de privados que de una planificación pública estructural. Mientras tanto, zonas como el norte y sur de Chile carecen completamente de este tipo de infraestructuras, lo que obliga a concentrar todas las operaciones portuarias en espacios reducidos, sin buffers logísticos efectivos.

¿Por qué Chile ha tardado tanto en desarrollar este modelo, ampliamente consolidado en países como México, Brasil, China, India o España? Las respuestas son múltiples. En primer lugar, no existe una política pública nacional que promueva ni regule el desarrollo de puertos secos, ni en términos de diseño logístico, incentivos tributarios, integración con Aduanas o conectividad ferroviaria. La actual legislación no distingue entre zonas logísticas comunes y nodos extraportuarios estratégicos.

En segundo lugar, la falta de coordinación entre actores del sistema logístico ha dificultado la implementación de modelos integrados. Los puertos marítimos, los concesionarios, los transportistas, las agencias de aduana, los servicios públicos y los operadores logísticos no siempre comparten una visión común sobre la utilidad, gobernanza y financiamiento de los puertos secos. La competencia por el control de los flujos logísticos ha primado sobre la colaboración sistémica.

En tercer lugar, la baja inversión en infraestructura intermodal —especialmente ferroviaria— ha restado competitividad a los proyectos de puerto seco. En países donde este modelo funciona con éxito, los centros logísticos interiores están directamente conectados por tren con el puerto marítimo, permitiendo movimientos masivos, rápidos y eficientes de carga. En Chile, menos del 10 % de la carga portuaria se mueve por tren, y la mayoría de las conexiones ferroviarias existentes están obsoletas o fuera de servicio.

No obstante, el potencial sigue estando ahí. Diversos estudios elaborados por la Fundación Conecta Logística, la Corma y la Universidad Católica han planteado que Chile podría desarrollar una red nacional de puertos secos en zonas estratégicas como Rancagua, San Fernando, Los Andes, Chillán, Temuco y Antofagasta, aprovechando nodos logísticos existentes, parques industriales y zonas francas. Esta red permitiría reducir la presión sobre los puertos marítimos, acortar tiempos de despacho, facilitar la fiscalización aduanera y mejorar la competitividad exportadora.

Desde el ámbito privado, algunas empresas ya han comenzado a implementar sus propios centros extraportuarios, operando como pseudo-puertos secos, aunque sin reconocimiento normativo. Tal es el caso de Empresas Puerto Ventanas, que ha desarrollado zonas logísticas en Puchuncaví, o Puerto Coronel, que ha implementado patios remotos para carga forestal. Sin embargo, la falta de una definición institucional clara ha impedido su escalamiento.

En el plano internacional, los puertos secos son considerados una herramienta de resiliencia logística frente a emergencias, congestión o fenómenos climáticos extremos. En China e India, por ejemplo, han permitido que las zonas del interior se integren al comercio marítimo global sin depender directamente de la congestión costera. En la Unión Europea, se han incorporado como parte de los corredores logísticos verdes, con incentivos para reducir emisiones mediante intermodalidad.

Chile, con su geografía larga y fragmentada, podría —y debería— avanzar en esta dirección. Para ello, expertos proponen que el Ministerio de Transportes y el Ministerio de Hacienda elaboren una estrategia nacional de desarrollo de puertos secos, con foco en inversión público-privada, incentivos tributarios, interoperabilidad tecnológica y conexión ferroviaria prioritaria. Además, se requiere una mayor articulación con el Servicio Nacional de Aduanas, para que los procesos de fiscalización puedan realizarse plenamente en estos recintos, con trazabilidad digital, seguridad y respaldo normativo.

En definitiva, los puertos secos no solo representan una oportunidad logística: son una necesidad estructural para un país que aspira a ser plataforma del comercio internacional del Pacífico. Chile debe dejar de verlos como proyectos complementarios o periféricos, y comenzar a integrarlos en su arquitectura portuaria nacional.

Porque mientras el mundo acelera la logística intermodal, Chile aún tiene su carga atrapada en el borde costero.

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