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La electrificación del transporte de carga: ¿una realidad cercana para las flotas en América Latina?

Por redacción Mundo Portuario

La transformación energética en el sector transporte es una de las piezas clave para lograr una transición hacia economías más limpias y sostenibles. En ese contexto, la electrificación del transporte de carga —especialmente en flotas de camiones medianos y pesados— representa un desafío urgente y complejo, pero también una oportunidad estratégica para América Latina.

Aunque el foco inicial de la movilidad eléctrica ha estado en los vehículos particulares y de transporte urbano, la necesidad de reducir emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), junto con la presión internacional por cumplir compromisos climáticos, está empujando a los gobiernos y al sector privado a considerar seriamente la electrificación del transporte logístico.

Avances globales y presión ambiental

A nivel global, gigantes como Tesla, Volvo, Scania, Mercedes-Benz y BYD han desarrollado modelos de camiones eléctricos que ya operan en rutas logísticas urbanas o regionales. Algunos países europeos han comenzado a imponer restricciones a los camiones diésel en zonas metropolitanas, y Estados Unidos avanza en regulaciones como el California Advanced Clean Trucks Regulation, que exige a los fabricantes vender un porcentaje creciente de camiones de cero emisiones.

Este impulso internacional tiene repercusiones en las cadenas de suministro latinoamericanas, donde muchas empresas exportadoras enfrentan crecientes exigencias ambientales por parte de clientes europeos y norteamericanos. El transporte de carga con bajas emisiones se perfila así como un nuevo estándar de competitividad internacional.

Situación actual en América Latina

La electrificación del transporte de carga en América Latina aún es incipiente. Si bien algunos países han avanzado en electromovilidad pública (como Chile y Colombia con sus flotas de buses eléctricos), el transporte de carga presenta desafíos técnicos y estructurales mayores:

  • Costos iniciales elevados: los camiones eléctricos aún duplican o triplican el costo de sus equivalentes diésel.
  • Limitada infraestructura de carga: la red de cargadores rápidos fuera de zonas urbanas es prácticamente inexistente.
  • Autonomía y capacidad de carga: aunque en constante mejora, la autonomía de los camiones eléctricos no es aún suficiente para trayectos interurbanos extensos.
  • Falta de incentivos fiscales o normativas específicas para el transporte pesado eléctrico.

En el caso de Chile, si bien se han dado pasos importantes en electromovilidad pública, el segmento del transporte de carga aún carece de una política específica, a pesar de que el país cuenta con una matriz eléctrica relativamente limpia (más del 50% renovable), lo que haría más sostenible esta transición.

Casos piloto y primeras experiencias

Algunas empresas privadas y actores logísticos han comenzado a experimentar con la electrificación. En Chile, empresas del retail y la distribución urbana han incorporado camiones eléctricos de última milla en Santiago. BYD, por ejemplo, ha desplegado algunos modelos para reparto urbano de alimentos y productos.

También en países como Brasil y México se han lanzado pruebas piloto con camiones eléctricos, en colaboración con fabricantes internacionales y operadores logísticos como DHL y Mercado Libre, aunque aún con coberturas muy limitadas y centradas en logística urbana.

Estos esfuerzos han demostrado que la electrificación es viable para trayectos cortos y repetitivos, como reparto urbano, puertos secos o centros logísticos. Sin embargo, la electrificación para rutas interurbanas o de larga distancia sigue siendo un reto pendiente.

¿Qué se necesita para avanzar?

La electrificación del transporte de carga en América Latina requerirá acciones coordinadas entre sector público y privado:

  1. Incentivos fiscales y financieros: subsidios, exenciones arancelarias, o líneas de financiamiento verde para renovar flotas.
  2. Infraestructura de carga: inversión en corredores eléctricos, estaciones de carga rápida en rutas clave, y planificación urbana con nodos logísticos energizados.
  3. Regulación diferenciada: normas que promuevan el acceso preferencial o tarifas reducidas para vehículos eléctricos en centros urbanos, puertos y zonas francas.
  4. Alianzas público-privadas: promover proyectos piloto con grandes operadores logísticos, universidades y empresas energéticas.
  5. Capacitación técnica: formar a conductores, mecánicos y gerentes logísticos en electromovilidad.

¿Una realidad o promesa?

La electrificación del transporte de carga ya no es una utopía tecnológica, sino una opción factible para segmentos específicos, especialmente en reparto urbano y operaciones logísticas de corto alcance. Sin embargo, su despliegue masivo en América Latina aún enfrenta barreras estructurales y económicas que requieren voluntad política, planificación e inversión.

Chile y otros países de la región tienen condiciones favorables para liderar esta transformación: abundancia de energías renovables, presión internacional por cadenas de suministro verdes y una creciente conciencia empresarial sobre sostenibilidad. Lo que falta es acelerar el ritmo, definir estrategias claras y generar condiciones para que las flotas eléctricas de carga dejen de ser la excepción y se conviertan en la norma.

El desafío está planteado. El momento de actuar es ahora.

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