Por redacción Noticias NCSITA
La carrera por la hegemonía portuaria en la costa del Pacífico sudamericano ha entrado en una nueva etapa con la inminente entrada en operaciones del megapuerto de Chancay, ubicado a 80 kilómetros al norte de Lima, Perú. Este proyecto, financiado en gran parte por la empresa china Cosco Shipping Ports, apunta a convertirse en uno de los principales hubs marítimos de Sudamérica, con la ambición de posicionarse como puerta de entrada directa entre Asia y el Cono Sur, desplazando protagonismos históricos como los puertos de San Antonio y Valparaíso en Chile.
Frente a este nuevo escenario, la infraestructura portuaria chilena enfrenta un momento crítico. A pesar de contar con una sólida red portuaria a lo largo de todo su extenso litoral, el país ha mostrado rezagos en capacidad, conectividad, inversión pública y eficiencia logística, lo que podría comprometer seriamente su competitividad en el comercio internacional.
El megaproyecto de Chancay: una amenaza regional
El puerto de Chancay se presenta como un terminal de clase mundial, diseñado para recibir buques de gran calado tipo New Panamax, con capacidad de mover más de 1 millón de contenedores al año en su primera etapa, y proyectado para alcanzar los 2,5 millones de TEUs en fases posteriores. Su infraestructura contempla un túnel logístico subterráneo de más de 1,8 kilómetros, patios automatizados, conexión ferroviaria y moderna tecnología de trazabilidad.
Con su ubicación estratégica y el respaldo de capital e ingeniería china, Chancay pretende reducir tiempos de tránsito hacia Asia, optimizar costos operacionales y servir como eje redistribuidor de carga para países sin litoral como Bolivia y zonas del noroeste argentino. En otras palabras, es un competidor directo de los puertos chilenos del centro y norte del país, que históricamente han cumplido ese rol.
La situación chilena: proyectos postergados y decisiones pendientes
Chile, a pesar de su liderazgo histórico en infraestructura portuaria regional, ha visto postergados sus grandes proyectos estratégicos. El Puerto Exterior de San Antonio, considerado por muchos como la respuesta estructural al crecimiento del comercio marítimo nacional, ha sufrido retrasos administrativos y cuestionamientos ambientales que han postergado su ejecución más allá del 2030.
Valparaíso, por su parte, ha intentado impulsar la ampliación del Terminal 2, pero enfrenta resistencias sociales, desafíos urbanísticos y falta de consenso político, lo que ha limitado su expansión.
En el norte, puertos como Iquique, Antofagasta y Mejillones muestran una infraestructura especializada y moderna, pero carecen de conectividad ferroviaria robusta y no cuentan aún con la escala para enfrentar la amenaza logística que representa Chancay.
Cuellos de botella: más allá de la infraestructura física
Además del retraso en proyectos de gran escala, Chile enfrenta cuellos de botella estructurales que afectan su competitividad portuaria:
- Limitada conectividad terrestre y ferroviaria con zonas productivas clave.
- Falta de interoperabilidad tecnológica entre puertos, operadores logísticos y servicios públicos como Aduanas y SAG.
- Congestión en accesos urbanos a terminales portuarios.
- Insuficiente inversión en digitalización portuaria y sistemas inteligentes de logística.
- Falta de gobernanza integrada entre municipios, Estado central y actores privados.
Estos factores inciden directamente en la eficiencia operativa, la rotación de carga y los costos logísticos finales para importadores y exportadores chilenos.
¿Qué está en juego para Chile?
El desafío que representa el puerto de Chancay no es solo comercial, sino también geopolítico y estratégico. Si Perú logra consolidarse como el principal hub entre Asia y Sudamérica, Chile podría perder su ventaja logística natural, especialmente en el transporte de minerales, alimentos y productos forestales, sectores clave para su economía exportadora.
Asimismo, una eventual migración de flujos de carga bolivianos o argentinos hacia Chancay debilitaría aún más los volúmenes que actualmente alimentan los puertos del norte chileno, afectando directamente la economía regional y la ocupación laboral en las zonas portuarias.
¿Qué debe hacer Chile?
Para enfrentar este escenario, expertos coinciden en que el país debe adoptar una estrategia nacional de desarrollo portuario, con visión de largo plazo, inversión público-privada y capacidad de ejecución. Algunas recomendaciones clave son:
- Acelerar la tramitación ambiental y técnica del Puerto Exterior de San Antonio, garantizando estándares sostenibles y diálogo comunitario.
- Mejorar la conectividad ferroviaria y vial entre puertos y centros logísticos interiores.
- Impulsar la digitalización portuaria con sistemas de trazabilidad, blockchain y plataformas interoperables.
- Reformular los mecanismos de gobernanza portuaria, permitiendo una planificación coordinada entre regiones, municipios y gobierno central.
- Explorar alianzas logísticas con países vecinos, para mantener a Chile como puerta de entrada y salida del cono sur.
El desarrollo del megapuerto de Chancay marca un punto de inflexión en la competencia portuaria del Pacífico sudamericano. Para Chile, país tradicionalmente líder en logística marítima regional, este nuevo entorno representa una amenaza concreta pero también una oportunidad para replantear su modelo portuario y logístico, apostando por innovación, eficiencia y sostenibilidad.
En un mundo donde el comercio internacional ya no solo se define por ubicación geográfica, sino por infraestructura, tecnología y visión estratégica, el tiempo de reaccionar es ahora. La capacidad de Chile para adaptarse y responder a este nuevo escenario definirá gran parte de su futuro económico en las próximas décadas.
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