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El impacto de fallas informáticas en la reputación del país y en la logística de exportación e importación

Por redacción Mundo Portuario

En un mundo interconectado donde la agilidad, trazabilidad y confiabilidad son valores esenciales para el comercio internacional, la infraestructura digital de un país se convierte en un pilar crítico para su competitividad global. En Chile, las recientes fallas informáticas del Servicio Nacional de Aduanas han puesto en evidencia una debilidad estructural que va más allá del plano técnico: afectan directamente la reputación internacional del país, entorpecen las operaciones logísticas y generan costos económicos y credibilidad que resultan difíciles de cuantificar en el corto plazo.

Un problema sistémico con efectos reales

Durante 2023 y 2024, distintos actores del comercio exterior —agencias de aduana, operadores logísticos, exportadores, importadores y autoridades portuarias— reportaron múltiples caídas del sistema aduanero chileno. Estas interrupciones, algunas extendidas por más de 24 horas, paralizaron el procesamiento de documentación, la validación de manifiestos y la liberación de mercancías. La consecuencia inmediata: contenedores varados en puertos, camiones detenidos en recintos extraportuarios y retrasos significativos en las cadenas de suministro.

Estas fallas no solo representan pérdidas logísticas, sino también afectan la imagen de eficiencia y confiabilidad que Chile ha construido como plataforma exportadora. Países competidores como Perú, Colombia o México avanzan aceleradamente en digitalización aduanera e interoperabilidad institucional, mientras Chile queda rezagado frente a los estándares exigidos por la Organización Mundial de Aduanas (OMA) y acuerdos comerciales de última generación.

Reputación-país: un activo que se erosiona

La reputación-país es un intangible de alto valor en el comercio global. Se construye sobre la base de previsibilidad, cumplimiento normativo, eficiencia institucional y estabilidad operativa. Cuando fallan los sistemas que permiten la entrada y salida de mercancías, esa imagen se erosiona, afectando la percepción de socios internacionales, inversionistas y operadores logísticos globales.

Empresas extranjeras que operan bajo just-in-time o con ventanas de entrega críticas pueden reconsiderar a Chile como hub logístico si el riesgo operativo no es adecuadamente gestionado. Más aún, los sobrecostos asociados a almacenaje imprevisto, multas contractuales y pérdida de confianza se traducen en barreras no arancelarias de facto, dificultando la participación de empresas chilenas —especialmente PYMES— en mercados internacionales.

Las causas detrás de las fallas tecnológicas

Los problemas en los sistemas aduaneros chilenos responden a una combinación de factores estructurales:

  • Sistemas fragmentados y obsoletos: actualmente, Aduanas opera con una arquitectura tecnológica compuesta por más de una docena de plataformas, muchas sin interoperabilidad, con procesos redundantes y tecnologías que han superado su vida útil.
  • Falta de inversión sostenida en infraestructura digital: durante años, la digitalización en Aduanas ha avanzado con escasos recursos y soluciones de parcheo que no abordan el problema de fondo.
  • Débil coordinación interinstitucional: la falta de integración fluida entre Aduanas, SAG, Sernapesca y otros organismos impide una gestión eficiente de riesgos, retrasando procesos que podrían ser automáticos o predictivos.
  • Carencia de protocolos de contingencia eficaces: ante las caídas del sistema, los procedimientos de respaldo han sido lentos, descoordinados o inexistentes, aumentando el impacto negativo en la operación.

Consecuencias logísticas y comerciales

Las consecuencias tangibles de las fallas informáticas se expresan en todos los eslabones de la cadena:

  • Para los exportadores, implica pérdida de cargas perecibles, incumplimiento de contratos internacionales y penalidades.
  • Para los importadores, significa demoras en la reposición de inventarios y paralización de líneas de producción.
  • Para los agentes de aduana y operadores logísticos, se traduce en sobrecostos operativos, horas extra y una sobrecarga administrativa.
  • Para el Estado, afecta la recaudación fiscal, la capacidad de fiscalización y la percepción de transparencia del sistema aduanero.

Además, existe un riesgo creciente de desvío de flujos comerciales hacia otros países de la región con sistemas más confiables y adaptados a las exigencias del comercio moderno.

¿Qué se está haciendo al respecto?

Frente a esta situación, el Gobierno ha comenzado a delinear una estrategia de modernización del sistema aduanero. En 2024, se anunció la intención de desarrollar una plataforma unificada de gestión aduanera, basada en arquitectura modular, interoperabilidad con otras entidades públicas y herramientas de inteligencia de datos para fortalecer la fiscalización.

Sin embargo, expertos advierten que cualquier cambio estructural debe contemplar:

  • Una inversión significativa de carácter multianual, para actualizar no solo el software, sino también la infraestructura de red y los dispositivos operativos en puertos y fronteras.
  • Capacitación continua del personal aduanero, para adaptarse a nuevos entornos tecnológicos y reforzar una cultura de eficiencia y prevención.
  • La creación de protocolos de contingencia robustos, para minimizar el impacto de futuras caídas y garantizar continuidad operacional.
  • La participación del sector privado en el diseño e implementación de soluciones, asegurando que las herramientas tecnológicas respondan a las necesidades reales de la industria.

En concreto, el comercio exterior chileno enfrenta un punto de inflexión. La transformación digital de Aduanas ya no es una aspiración, sino una urgencia. Las fallas informáticas recientes han demostrado que la eficiencia logística no puede depender de sistemas antiguos ni de soluciones transitorias.

Si Chile desea mantener su posicionamiento como un país abierto, confiable y competitivo en el comercio global, debe abordar con decisión y visión de largo plazo el desafío tecnológico que enfrenta su sistema aduanero. La reputación de un país se construye con confianza, y en el mundo del comercio internacional, esa confianza comienza —y termina— en sus fronteras digitales.

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